Mujer,
que esta
noche te me entregas
como el
trigo al molino que muele,
tu piel
perfuma de luna
mi lecho que
te recibe desnuda,
beso tus
pechos de miel
con la sed
que me despierta el deseo,
en tu boca
dejo mis besos
como racimos
de uva,
bajo
descalzo a tu reino de primavera
para
santificar mi lengua en tu templo,
te alzo
atalaya sobre el horizonte
de mi
corazón que te abraza,
siembran tus
ojos miradas que besan el alma,
te anudo, te
tejo, te ciño
como el
mimbre carnal que nos hace cosecha,
reconozco
solamente en tu boca mi nombre,
leo en tu
piel mi propia vida de argonauta
y mientras
la noche se funde al cielo
su negro
alquitrán de profunda marea,
mi vida te
recibe santificada hostia
que se me
regala desnuda como musa y diosa,
y en la
dulce intensidad de tu corazón que me muerde,
desde tus
ojos hasta la huella de tus dedos en mi costado
te recibo,
Mujer, como un regalo de divino
que entre
suspiros y susurros,
entre jadeos
y sudor,
entre juncos
que danzan en tus caderas
y el trigo
de tu cabellera en mi rostro,
beso a beso
te transformas en mi carne.
Mañana
despertaré
con la
primavera de tu vida
en el otoño
de la mía...
©Walterpineda2014