A la hora húmeda y solitaria del silencio
cuando solamente el tan tan del corazón
acompaña nuestra tristeza derramada
¡Qué ancho es el mar de la noche!
Alzo el grito de mi sangre araucana,
me rebelo contra el sentido de rotación de la angustia,
¡Qué largos minutos de pronto
hacen tan corta la vida!
Un azul de luna
repta por las piedras sudorosas de sombras.
Hay humedad de estrellas
entre los exhumados in-recuerdos.
Cuando el forense, a quien no conozco,
me abra el cráneo como una sandia,
¿me sacará esta voz que me hablo toda la vida
y que insistió el otoño en llamarla hojarasca?
y que insistieron los médicos en llamarla locura,
y que insistieron los brujos en considerarlo un hechizo,
y que insistieron los curas en llamarlo pecado,
y que insistieron los grillos en llamarla poesía.
Y que insistió el Walter pineda en llamarla memoria?
Y cuando exploren
los brujos, chamanes, vampiros y carniceros
con sus largos cuchillo y lenguas
este corazón tan remendado
¿Encontrarán ese dolor lancinante,
y que las alondras bautizaron, tristeza?.
¿Encontrarán de un naufragio argonauta
la proa la popa y el ancla?
¿Encontrarán de una Loica su tumba,
o la cicatriz de la herida que lleva directo a mi alma?